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viernes, 30 de marzo de 2018

Un problema llamado violencia

Fuente: nosotras.com
Inesperadamente el 2018 comenzó con una escalada de violencia que se manifiesta en sendos y mediatizados casos que la hacen aún más descarnada. El día internacional de la mujer amanecimos con la noticia de otra mujer asesinada y -junto a ella- un Policía que la custodiaba. Ambos, víctimas de la iracundia incontrolada de la ex pareja de la mujer. Por estas horas, la Policía de Paysandú busca intensamente a otro doble homicida que en la localidad de Quebracho dio muerte a su ex suegra y a otro Policía que acudió a la emergencia. Por si no bastare, en una rapiña en Salto, el hijo de la víctima se trabó en lucha con el rapiñero quien antes de ser capturado por vecinos le disparó a quemarropa hiriéndole de muerte. Las rapiñas se han disparado en los últimos meses revirtiendo la baja experimentada en los dos años anteriores (donde llegó a rozar el 15% de descenso), para revertir ese dato y pasar a superar ampliamente los registros del año anterior en una suba que preocupa y ocupa a las autoridades. Ante ello, desde la oposición se reacciona pidiendo -una vez más- la cabeza del Ministro, sin reparar que ese mismo Ministro fue el artífice de una reforma que puja por derrotar al principal problema pero que necesita (irremediablemente) que se alineen otros actores principales de esta historia, incluidos quienes piden renuncias que nada solucionan. El problema es la violencia, y contra ella poco hacen los que hoy critican, salvo alimentar más los niveles del problema generando descontento social como si con ello se arreglara el problema de fondo.

Falta alineación

Cuando un coche ha rodado muchos kilómetros se impone un service que lo ajuste. Entre los muchos ítems a controlar, la alineación y balanceo de las ruedas son una parte importante. Sin esa alineación las ruedas sufren un desgaste desparejo y la vida útil de los neumáticos (y con ella la de los ocupantes del coche), corre peligro. En este tema de la violencia estaría pasando algo parecido. Hay múltiples actores que son responsables del problema (serían las ruedas del ejemplo), pero todo el desgaste se lo lleva una sola de esas ruedas: la Policía, y más estrictamente el Ministro del Interior, Bonomi.

Plantear la sustitución de una sola de las ruedas sin atender el problema en su integralidad es un mero ejercicio de tanteo electoral y bizarra gimnasia política. Nada se soluciona cambiando una sola si no atendemos el problema en su totalidad y ajustamos o alineamos todas las ruedas.

En el tema de la violencia hay una respuesta policial, que bien puede prever algunas situaciones pero que casi siempre llega en respuesta a un evento. Esto es frecuente en los casos de violencia doméstica donde si bien se han visibilizado más en estos últimos tiempos, mucho de lo que pasa puertas adentro no se conoce y cuando se conoce, muchas veces es demasiado tarde. En esos casos, ¿qué responsabilidad le podemos atribuir a la Policía? ¿Y al Ministro? ¿No será cuestión de atender esas otras “ruedas” que no se toman en cuenta y alinearlas todas al mismo tiempo?

Casi siempre cuando llegan instancias de interpelaciones como en estos días, se oyen voces de apoyo a la Policía -más en días luctuosos como estos en que dos agentes dieron su vida en acto directo de servicio- ahí la Policía es reconocida y apoyada en su trabajo. Se le reconoce su eficacia y la sociedad toda aumenta la confianza hacia la fuerza en respuesta a la mejora del trabajo policial. Sin embargo nadie le atribuye mérito alguno al artífice principal de esos logros que no fue otro que Bonomi. Ahí se desglosan responsabilidades y el Ministro se lleva todos los palos, pero la Policía es reconocida y aplaudida. Esa inentendible forma de disociar el trabajo de la cartera encargada de la seguridad y, por tanto, de sus éxitos y/o fracasos, es el principal argumento que emplea y multiplican los políticos de la oposición para hacer de Bonomi su botín de guerra más preciado. Claro que no contaban con el carácter y la firmeza de un líder con todas las letras que no rehuye a ninguna crítica y que no tartamudea “Gre… Gre… para decir Gregorio”. A las cosas les llama por su nombre sin medir rédito político alguno. Eso, que bien puede ser un demérito personal, también es su mayor virtud a la hora de pasar raya y reconocer que es un Ministro que no miente y que va con la verdad a todos lados.

Hipocresía política

La forma de medir la gestión de Bonomi le ha merecido ser el Ministro más interpelado de los gobiernos frenteamplistas. Ha tocado intereses de muchos a los que les ha afectado su forma de depurar una fuerza que estaba corroída por la corrupción. En otros tiempos las cesantías por esa causa eran casi inexistentes y con la administración Bonomi fueron cientos por año que fueron destituidos por deslealtad institucional (corruptos o incapaces para ejercer la función de servidor público).

Nadie de la oposición le va a reconocer en público los logros obtenidos, en cambio están al acecho para aprovechar cualquier hecho desgraciado para atribuirlo -sin más- a su gestión, sin reparar por un instante que parte de responsabilidad les cabe a cada uno también en tanto parte de esta sociedad que está enferma de violencia.

No se puede pedir que solo la “rueda” policial sea la que resuelva el andar del coche, falta que las otras “ruedas” (sociedad civil, Jueces y Fiscales, Legisladores, otros ministerios), también se alineen para contrarrestar esta ola de violencia con cambios estructurales y duraderos. 

A los delincuentes no los pone la Policía ni los protege Bonomi, es la misma sociedad la que los genera. Esa sociedad que reclama, sin hacerse cargo, que en parte también es responsable de su existencia cuando fomenta el comercio de cosas robadas, por ejemplo. O cuando en lugar de denunciar una boca de drogas en su barrio (incluso en forma anónima), miran hacia el costado. También la clase política tiene su cuota parte, fomentando el miedo en lugar de sentimientos de seguridad, alimentando el odio y la desconfianza en una gestión que hizo todo lo que acordó con ellos mismos en un acuerdo multipartidario cumplido a cabalidad.

Si no bajamos el nivel de hipocresía, si no reconocemos nuestra cuota parte de responsabilidad y seguimos reclamando seguridad como un objeto al que se puede comprar hecho, en lugar de aceptar su construcción entre todos; si no somos capaces de ser parte de la solución, seguiremos teniendo vivo y reproduciéndose, al problema principal que nos aqueja: la violencia.

el  hombre se quedó pensando ,
el perro se alineó al costado... 

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