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miércoles, 1 de noviembre de 2017

Me gustan los estudiantes


A propósito de Viglietti

Hace unos años fuimos a tocar con La Chancha a un evento organizado por estudiantes de la facultad de agronomía y compartimos escenario con Daniel.  Previo a subirnos al escenario, mientras compartíamos una charla de camaradería, los estudiantes nos ofrecieron chorizos al pan para comer. Quiso la mala fortuna que dentro del chorizo que le había tocado a Daniel viniera como si se tratara de un atentado a su dentadura, un trozo de alambre. Al morder, Daniel casi se traga el alambre... lo sacó de su boca y les dijo al grupo que repartía los chorizos: Muchachos... a desalambrar! Una genialidad de su parte. Gracias Daniel por tu música y tu buena onda para nosotros que aprendimos a escuchar entre las tinieblas esas canciones amanecidas. (del muro de Facebook de Yanny Ippoliti)

Larai, larai, larai, larai, laralero...


En casa había un disco simple de pasta de Viglietti, mi viejo lo tenía como un tesoro a resguardo de miradas indiscretas en tiempos de libertades restringidas hasta para escuchar música. Eran los cantantes de protesta, los de pelo largo, los que la dictadura había prohibido para evitar que otros escucharan el mensaje de libertad en clave de sol.

Aquel disco simple encerraba pocas canciones pero fueron un ícono para mi infancia acotada a la clandestinidad de los mensajes de mi padre en medio de una huelga general que duró mucho más que 15 días. Me sentaba a escucharlo con aquel pasadiscos marca Lyon que transformaba aquel plástico en canción y la canción en mensaje libertario.

Aquel artefacto de una modernidad en ciernes de la década del 70, me transportaba a un campo sin alambrados o a una marcha de estudiantes con tonadas pegadizas que se volvieron un himno al que podíamos “escuchar bajito”.

Junto a aquel disco simple de Viglietti, otro de Zitarrosa nos dejaba la imagen del milico con aquella chamarrita que tarareábamos sin parar en una especie de susurro cómplice que identificaba compañeros. Eran pequeños trofeos atesorados hasta hoy, camuflados entre otros “long play” que aún esperan una púa para hacerse oír.

Con el tiempo recuperamos la democracia y aquellos tiempos oscuros de silencios y vedas quedaron atrás. Pero quedan esos discos de pasta, los casettes de cinta, los discos compactos, los archivos mp3 y cuanto soporte llegue para contener la voz hecha canción de artistas que hacen de su arte un estandarte de lucha por los que menos tienen.

Qué hubiera sido de nosotros sin su existencia, en aquellos años oscuros de censuras, desempleo, cortes de luz, carestía, escasez y crisis institucional. Ellos supieron mantener viva la llamarada, esa que invitaba a envidiar las madrugadas de soles trafogueros.

Con la música a otra parte

Me crié en dictadura, amanecí tarde a la vida política. Hijo de padres obreros mi visión de aquellos años está muy marcada por aquella huelga general que llevó a tener solo agua con limón en la vieja heladera Ferrosmalt… y por aquellos viejos discos de pasta que aún conservo.

Se fue Zitarrosa a poco de su retorno del exilio y nos dejó el sinsabor de haberlo disfrutado muy poco. Se fue el Sabalero, y con él se llevó aquel pantalón cortito y hasta la bolsa de los recuerdos que hicieron parte fermental de nuestros años de escuela. Se fue Benedetti, quien supo darles letra y hace muy poco se fue el Bocha Benavídez, que también nutrió a los cantores del pueblo.

Este 30 de octubre -vísperas de una fiesta importada que nos invadió sin pedir permiso- se fue Daniel Viglietti, y con él se va una parte importante de esa infancia y adolescencia. Pero nos queda un legado de canciones, letras e historias como las que vivió el batero de La Chancha con que arrancamos esta columna.

Los cantores no se mueren, siguen vivos en sus melodías, inmortalizados en aquellos viejos discos de pasta que encierran mucho más que acordes, encierran historias de  luchas por ideas que se hicieron canciones mensajeras de revoluciòn.

Ayer volví a mi casa temprano, desempolvé el viejo tocadiscos Lyon y eché a rodar aquel disco simple de Daniel…


“Me gustan los estudiantes 
porque son la levadura,
del pan que saldrá del horno
con toda su sabrosura...”

el hombre encendió el tocadiscos,
el perro se sentó a escuchar... 

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