Traductor

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Спасибо (spasibo)

Gracias… sí, gracias y en ruso!! Esa debería ser la respuesta a darle a un Maestro y todos los que transpiraron la camiseta celeste convirtiéndola en azul turquesa. Gracias porque a este país futbolero y tan gris por momentos, le ponen color celeste y pintan las caras de todos los uruguayos con una sonrisa. Un proceso virtuoso que sigue vigente y demostrando que si se hacen las cosas en serio y con planificación los resultados llegan. Hoy somos envidia de nuestros vecinos (no solo en lo deportivo, eh!!!). Nos miran con envidia y no se explican cómo este rinconcito del mapa americano puede ser capaz de este tipo de logros. Ayer hubo un plan “maestro” ejecutado a la perfección y muchas bocas mordieron bronca y debieron tragarse sus críticas rindiéndose a una realidad que les pegó en la cara. Bienvenidos todos igual, sigamos sumando alegrías y protejamos -a como de lugar – a esta celeste del alma que aglutina y consigue unanimidades entre los uruguayos.


Hay savia nueva asegurada


Tiene una carita de niño que no puede disimular pero una visión del fútbol que ya quisieran tener muchos más veteranos que él. Era la carta en la manga de un Maestro que no para de sorprender a propios y extraños. Alguien resistido por su conservadurismo y al que -algunos- no le reconocen la virtud de haber encontrado el camino. Un sinuoso y trabajado proceso de selecciones que han llevado a Uruguay a estar presente en todos los mundiales de las diferentes categorías en la última década. 

Sudáfrica 2010 -donde llegamos tras un repechaje- fue la prueba de campo que dejó en claro el inicio de un proceso virtuoso que se confirmaría un año después cuando Uruguay conquistara su 15ª Copa América. Luego, con los altibajos propios de los grupos que llegan al éxito, sobrevinieron partidos que llevaron a un bajón de los últimos meses, no sin antes haber formado parte del top ten de FIFA con un 2º puesto que era envidia de muchos países más poderosos.

La paciencia es una virtud oriental, y no precisamente de los de la Banda Oriental, aunque a estar por lo vivido últimamente hay excepciones que se aplican por estas orillas. La paciencia de un Maestro que soportó estoicamente las críticas y no se apartó nunca de su objetivo, a pesar de los opinólogos de turno que empezaban a soltarle la mano con voces de recambio y el final de un ciclo.

El ciclo sigue vivo y coleando, y -por si fuera poco- se adapta y rejuvenece con otros que toman la posta y a los que no les pesan responsabilidades. Un tránsito lento y seguro, sin cambios bruscos ni fracturas. Un sinuoso recorrido que va develando una planificación sólida y bien montada.

Cuando gana la celeste nos cambia el humor a todos, pero si además de ganar lo hace mordiendo y dejando el alma en cada pelota, a los uruguayos se nos hincha el corazón pidiendo salir del pecho.

Es el fútbol, ese deporte que nos enseñaron los ingleses y al que aprendimos rápidamente a disfrutar al punto de ser buenos alumnos en poco tiempo. 

De los repatriados al orgullo de venir

Es un milagro que siendo tan pocos, Uruguay integre el selecto grupo de los campeones mundiales donde se florean potencias que nos superan ampliamente. Muy pocos se explican cómo hace este pequeño país para formar tan buenos jugadores que son rápidamente absorbidos por el mundo desarrollado para que disfruten sus gambetas y griten sus goles. Durante mucho tiempo fuimos desangrados sin retorno y así sucumbimos a un período negro de nefastos resultados deportivos.

Al mundial de Argentina '78 no fuimos y fue una catástrofe (podría decir “catástrofa” como calificara aquel técnico serbio -Petrovic- que supo traer Cataldi a Peñarol y que huyera espantado sin reclamar pago alguno). Eran tiempos de jugadores repatriados, donde primaba el salvarse cada uno como se pudiera sin importar si la “fábrica” (de jugadores) podía seguir abierta. Tiempos de canchas en estado calamitoso y fútbol empobrecido. 

Los repatriados eran los que tuvieron la suerte (o la virtud) de destacarse y poder emigrar a Europa en busca de esa diferencia económica que salvara a su familia. Esos que en algún momento pusieron condiciones al punto de darle la espalda a la gloriosa celeste y el combinado debió valerse con jugadores locales que soportaron las derrotas. Eran tiempos en que yo envidiaba a la Argentina de Maradona, con jugadores que siempre querían ir a jugar con su selección a como diera lugar y por lo que fuera.

Desde ese tiempo a este mucho ha pasado pero hay un denominador común que se llama Oscar Washington Tabárez. Un Maestro que hizo de la humildad una virtud, de la planificación una constante, y de la necesidad de un proceso una condición irrenunciable para llegar a los objetivos propuestos. 

El que diga que acá hubo improvisación no solo se equivoca sino que desconoce por completo el trabajo de un equipo de profesionales que hoy hacen caudal de un acervo informativo invaluable que hace la diferencia y nos permite mirar la tabla para Rusia 2018 desde una altura que pocos imaginaron.

Vendrán derrotas, llegará el fin del proceso, pero -mientras tanto- que nos quiten lo bailado…

“Spasibo”, Maestro… A su salud!!


el hombre quedó afónico,
el perro también...

No hay comentarios:

Publicar un comentario