Traductor

jueves, 24 de marzo de 2016

Esto es (sub)cultura, animal!!

No alcanzamos a sorprendernos con un evento trágico que nos golpean con otro y otro más. A la muerte de un taximetrista al que -según el Presidente de la Gremial Única del Taxi- le dispararon haciendo puntería, se sumó la de otro chofer de coche de alquiler que peleaba por su vida tras sufrir heridas de arma de fuego en otra rapiña. A todo esto, no se entiende la resistencia del sindicato a retirar el dinero de circulación apelando a medios de pago electrónicos que quitarían el objeto principal de interés a los delincuentes. Por si fuera poco, un joven motoquero muere al resistirse al hurto de su moto de alta cilindrada en plena rambla de Punta Carretas, y así podríamos seguir citando casos desgraciados que terminaron con la muerte de víctimas inocentes. También ocurren muertes de delincuentes -jovenes todos- que caen “en su ley” según relataron sus amigos a medios de prensa. Una ley que no es otra que vivir al margen de la verdadera norma que nos rige como sociedad, son aquellos que hacen del delito su razón de vida, que salen a ganar o perder, sin importarles nada más que esas victorias que llegan a valer vidas, incluyendo la propia. Esto es lo que hay valor, esto es (sub)cultura, animal!!


Sonriendo para la foto

La Policía actúa y se ven los resultados, claro que los mismos no llegan a evitar las muertes infames a manos de los delincuentes para los que la vida se mide en días, saliendo a jugársela en cada intento. Salen a ganar y a veces les toca perder; es el juego al que se han encomendado sin importarles el futuro. Viven el presente a sabiendas que la vida es corta, la suya propia o las de aquellos que se les crucen en su periplo delictivo.

Se ha conformado una subcultura marginal que acepta naturalmente los resultados de su accionar delictivo, un camino por el que transitan los que la practican. No ven en esas conductas nada anormal, sino todo lo contrario. Hacen alarde de sus actos, se florean con sus trofeos, se exhiben impunemente en las redes sociales sin importarles otra cosa que alimentar ese ego que les da status en el ambiente por el cual se mueven.

Uno de ellos “perdió” hace días cuando un efectivo de la Guardia Republicana -que trabajaba para un repartidor de bebidas- disparó dándole muerte en el barrio Las Acacias. Las versiones se contradicen. Mientras los amigos dicen que volvían del velorio de otro joven que había “perdido en su ley” (rapiñero que murió enfrentado con la Policia), este otro no, le tiraron mal. Sin embargo los trabajadores del reparto mantienen la versión de que los estaban rapiñando, vaciando el camión y que sufrieron una agresión con disparos que aún no pudieron probarse. El Policía está libre pero la causa sigue abierta y la investigación continúa.

Lo que queda resonando es la justificación de otros jóvenes del barrio que asumen como válido el que sean rapiñeros y les toque perder a veces. Justificar el delito como algo natural, admitido sin más como si estuvieran determinados a vivir de eso sin otras opciones posibles.

Otro caso es el del jovencito hincha de Nacional que muriera en medio de un enfrentamiento que seguramente no lo tuvo a él como protagonista. Sin embargo fue la víctima que recibió el disparo de muerte por una estúpida rivalidad llevada a extremos que nadie pudo aventurar y menos frenar a tiempo. Hoy hacen de esa rivalidad una causa de vida o muerte y lo promocionan en cánticos que resaltan cuántos muertos tiene cada bando. La batalla se prolonga y se acentúa por las redes sociales y nada parece poner fin a tanta imbecilidad junta.

¿Cómo llegamos a este estado de situación? ¿Qué extraño fenómeno nos impidió ver el deterioro que se estaba produciendo para llegar a este tiempo de extrema intolerancia? 

Las partes involucradas, lejos de aportar aumentan la crisis. A cada uno le sale el hincha de adentro y se olvidan de los chicos, de las familias, de los amigos, del barrio, de nuestra sociedad. Una sociedad que se ha vuelto violenta, intolerante y egoísta.

No faltaron los que salieron -nuevamente- a pedir la renuncia de Bonomi, como si con eso alcanzara. Como si con eso se detuvieran de forma instantánea todos los eventos delictivos. Siguen negando la inmensa transformación que sufrió la Policía Nacional con su gestión. Siguen negando los resultados policiales, siguen ignorando la responsabilidad social, que nos compete a todos en tanto es la propia sociedad uruguaya la que nutre la crónica roja cada día.

Es la sociedad la que está enferma y no será la Policía la que la cure. Es necesario volver a juntarse, volver a organizarse como colectivo para convencernos que la solución está en nuestras manos y que no se la puede comprar hecha. Si no somos capaces de forjar un cambio cultural que derribe esos anti valores, esa subcultura marginal impuesta en algunos sectores de nuestra sociedad, tendremos que padecer situaciones peores aún.

En la educación está la llave, y tenemos que hacer el mejor esfuerzo todos para que se derrame educación por todos lados, en todos los rincones, a cada momento sin importar el costo. Hagamos el esfuerzo todos, llevemos mejores servicios sociales a los lugares más abandonados, construyamos escuelas modelos en los rincones más depreciados socialmente, hagamos como Medellín que pudo revertir conductas.

Necesitamos rescatar esas generaciones que se criaron en un mundo al margen de la ley, donde el trabajo era “salir de caño”, donde ganar o perder es cosa de todos los días. Generaciones que valoran la vida con una escala diametralmente opuesta a la que aprendimos de nuestros padres. Gurisadas enteras que viven al día, sin pensar en un mañana que les pueda generar alguna esperanza. Tienen mirada corta, tan corta como la expectativa de vida que asumen como algo natural. El mismo proceso se vivió en Colombia y fue magistralmente narrado en su libro “No nacimos pa' semilla” de Alonso Salazar, historia de los jóvenes sicarios colombianos.

Experiencias como el Plan Siete Zonas debieran ser potenciadas con fuerza, acá no hay que medir costos, porque los mismos serán siempre una inversión que dejará beneficios. 

Por supuesto que nada vale frente a acciones violentas que segan vidas inocentes. Encima si sus autores luego se retratan posando felices para Facebook y se muestran con sus trofeos. La indignación gana a cualquiera, y eso es hasta natural que así sea. Pero no podemos enfrentar a la violencia solamente con más violencia. La Policía hará su trabajo, pero la sociedad tiene que hacer el suyo. Porque quedan muchos niños en esas zonas o barrios que se miran en esos espejos negativos. Entonces hay que cambiar el reflejo para que esas nuevas generaciones sepan que hay otra vida posible llena de oportunidades para todos.

Derrotemos esa prédica de ganar o perder de nuestros jóvenes, y enseñemos a valorar la vida como el bien más preciado.




el hombrecito salió a ganar,
el perro lo vió perder...

No hay comentarios:

Publicar un comentario