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jueves, 25 de febrero de 2016

Pura suerte

Llevamos más de una década de “pura suerte”, dejamos atrás la mufa de un Presidente divertido que nos trajo la aftosa, la pérdida del grado inversor y la madre de todas las crisis. Hoy llevamos más de diez años acumulados de fortuna a pesar de los nubarrones que se asoman, según dicen los expertos. El viento de cola ha sido el motor de los grandes cambios que experimentó nuestro querido Uruguay, ese que supo desplegar sus velas para dejarse llevar por ese impulso de la naturaleza que tuvo la delicadeza de expulsar todas las pestes de este rincón del sur. Solo faltó ganar el 5 de oro para que el círculo fuera perfecto, pero bueno... tampoco es bueno abusar de la diosa fortuna.

La lotería uruguaya

Todo lo bueno que pudo pasarle al país pasó por el azar, por lo menos así lo entiende la oposición que niega cualquier mérito a un gobierno que diversificó mercados internacionales, honró compromisos, dinamizó el mercado interno, bajó los índices de pobreza, devolvió poder adquisitivo a los trabajadores y sorteó con éxito las crisis y los pronósticos negativos -habidos y por haber - que emitieron  cada vez que pudieron. 

Obviamente que no todo es para siempre y “la suerte” un día se termina. Así parece ser para este tercer gobierno progresista que arrancó complicado con la definición de su presupuesto y los enunciados de expertos que invitaban a cerrar la canilla porque se venía otra crisis. Así -incluso- lo pareció reconocer el gobierno cuando tomó la medida de paralizar las obras del ANTEL Arenas, dando una señal de alarma. Porque los pesimistas de siempre se frotaron sus manos y los optimistas tuvimos que sacar fuerzas de flaquezas para que el derrotismo no nos ganara.

Sin embargo, una vez culminada esa dura puja presupuestal, las aguas comenzaron a bajar no sin antes pasar por desastres naturales que empezaron a dar señales de que aquella “suerte” había llegado a su fin. Una de las peores inundaciones sufridas puso en alerta a todo el país, pero una vez más la solidaridad uruguaya, (verdadero patrimonio nacional), sacó a relucir sus mejores galas. Tras esas inundaciones de consideración, otra de las plagas se ensañó con el Uruguay y llegó la “ola de calor”, pasando del agua a la sequía en pocos días. Los efectos del Niño o la maldita suerte que nos abandonó. Sea cual sea, el Uruguay estuvo partido en dos porque a los días de calor en el Sur le seguían lluvias en el Norte con el temor de revivir la inundación sufrida.

Pero el broche de oro se lo lleva una presencia diminuta que vino para quedarse y para infectar de forma autóctona a nuestros paisanos. Es el Aedes Aegipty, que para colmo se nos vino con el combo de tres en uno (dengue, zika y chicungunya). Ya no alcanza con el descacharre (que sigue teniendo vigencia), ahora es menester matarlo con fumigaciones que nos abarcan a todos sin excepciones.

Pero parece ser que este personaje succionante no es bobo a la hora de elegir y arrancó por un barrio donde nadie lo estaba esperando, así eligió al coqueto barrio de Los Pocitos para engendrar su primer caso autóctono disparando el brote epidemiológico del cual ya hay que dejar de contar por casos para asumirlo sin miedo ni dramatismo.

Aunque parezca un contrasentido, esta suerte uruguaya en declive es un golpe de fortuna para otros. En efecto, para los que comercien repelentes, para los que negocian con la salud, la desgracia uruguaya -tan preanunciada- se ha convertido en su piedra filosofal al igual que pasó no hace tanto tiempo con los encargados de comercializar el TAMIFLU, única barrera sanitaria contra la gripe aviar (que nunca nos llegó a preocupar como este dengue tan americano y ahora -además- autóctono).

Fue pura suerte la nueva agenda de derechos que puso al Uruguay en el mundo como hacía tiempo no lo estaba. Fue pura suerte que hoy se hable de un país abanderado en la lucha contra las drogas imponiendo la regulación y producción del cannabis como instrumento. Fue pura suerte que hoy seamos un país libre de humo de tabaco gracias a la empecinada obstinación de un Presidente oncólogo que no soporta más muertes por cáncer de pulmón originadas por el cigarrillo. Fue de pura suerte no más que seamos referencia mundial por el programa Ceibal que otorga una computadora por escolar y liceal. Es de pura suerte que ahora el Plan Ibirapitá haga lo propio entregando tabletas a los jubilados y otra vez nos miren con envidia desde fueras de frontera. Y es pura suerte que nos elijan de todas partes del mundo como un país seguro para visitar incrementando el ingreso de turistas en más de un 20% según datos preliminares del Ministerio de Turismo. Y así podríamos seguir hablando de los casos en que tuvimos "tanta suerte" en estos más de 10 años.

Pasó el sida, pasó el cólera, pasó la gripe aviar, y pasará el dengue, ni lo duden. Volvió el ANTEL Arenas mientras esperamos conocer si tenemos o no tenemos petróleo. Sendic seguirá siendo el mismo (con o sin título), Valenti le seguirá marcando de cerca (y de lejos), y a Uruguay le seguirá soplando el “viento de cola”, por pura suerte, y nada más. Pero llegará el día que esa “suerte” se acabe, y el viento de cola se ponga de frente. Ese día daremos gracias a la "suerte" por haber tenido un gobierno progresista que pudo hacer del país un mejor lugar para vivir.

Al saber le llaman suerte... allá ellos; que sigan apostando a la quiniela.



el hombre le jugó a la cabeza,
el perro le ladró un número...

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