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jueves, 16 de abril de 2015

Se les fue la moto


Ya suman miles las motos incautadas por la Operación Aruera, una orden de operaciones que se aplica a lo largo y ancho del país y que fuera ordenada por el propio Ministro del Interior en el primer acto al frente de la cartera. En efecto, en el mismo discurso de asunción prometió Bonomi varias medidas de aplicación inmediata entre las cuales el control de motos y el combate al microtráfico de drogas (bocas) se harían enseguida. La medida no tiene fecha y se extenderá lo que sea necesario y -a estar por los primeros datos difundidos en el primer mes del nuevo gobierno- está resultando efectiva. Se les fue la moto... el destino será convertirlas en varillas para viviendas del Plan Juntos.


Sin reclamos

La medida se comenzó a aplicar en forma progresiva a nivel nacional. El primer departamento que tomó la iniciativa fue Maldonado y ese comienzo lo ubicó en punta frente al resto, exceptuando Montevideo, que se potencia con el accionar conjunto de la Guardia Republicana y Jefatura que operan al mismo tiempo en la capital.

Casi 400 birrodados se acumulan en la Jefatura fernandina, que no baja el ritmo ni la intensidad de los controles a sabiendas de los resultados que viene recogiendo con los mismos. No pasa desapercibido el cambio para los ciudadanos de ese departamento, (y del país todo), que ven con buenos ojos estas intervenciones que dejan a pie a la delincuencia, principal objetivo de los mismos.

De las más de 2.000 motos incautadas no supera el centenar las que fueron reclamadas por sus dueños. Una posible demostración clara del origen ilegal de cada una de ellas, aunque pueden haber otras razones.

Como una llamarada que se enciende y difunde por todo el territorio nacional, el resto de las Jefaturas han ido implementando la medida con mayor o menor énfasis según el volumen de sus delitos. Es obivo -y huelga decirlo- que no es la misma realidad la zona metropolitana que la del interior profundo, aunque cada ciudadano compara su realidad con la que tenía años anteriores y en todas partes se nota una degradación importante de la seguridad.

Así y todo, la disparidad es visible por cuanto todavía quedan regiones o departamentos que conviven con una realidad soñada de no tener rapiñas (como ocurrió con Florida en el pasado mes de marzo). O niveles de baja actividad delictiva como el departamento de Flores, por citar los dos más representativos, sin desconocer que ninguno -salvo Canelones- tiene punto de comparación con Montevideo.

Pero cada entorno se mide distinto por parte de quienes lo disfrutan (o padecen) cada día. Son esos los que se comparan con otras épocas en que se vivía distinto, sin preocupaciones, sin temores.

Pero volviendo al tema de las motos, la medida no es caprichosa. Obedece, precisamente, a atacar el principal medio de locomoción que utilizan los delincuentes para desplazarse. Vehículos que transforman en otro totalmente distinto cuando lo ensamblan con partes de otros birrodados también producto del delito. Son motos convertidas en armas peligrosas en manos de gente peligrosa que las manipula al punto de volverlas vulnerables, haciendo -también vulnerables- a quienes pueden ser potenciales víctimas y/o victimarios por su uso (por delito o por accidente).

Sacarles esos instrumentos es parte de la estrategia, que seguramente sea insuficiente, pero que cada vez acorrala más a los delincuentes que ya no transitan seguros por calles y rutas uruguayas. De eso se trata precisamente, de devolverles inseguridad a quienes hacen del tema la principal preocupación de los uruguayos. Hay que complicarles la existencia, cerrarles los caminos, y así, pujar para que abandonen esa vida (los que aún puedan ser rehabilitados) o reciban su castigo los que no.

Parece un contrasentido que viviendo los tiempos de bonanza económica que vivimos, sigamos teniendo como principal preocupación la inseguridad. Aunque sea notorio el inmenso trabajo policial que hoy se hace más visible (mayor cantidad de procesamientos, intensa actividad de patrullaje, respuesta rápida a la emergencia), aún queda en el debe la cadena interminable de una delincuencia que no abandona ese modo de vida.

Por estos días se ha cuestionado -por parte de la prensa- el compromiso asumido por el Presidente Vázquez de bajar los delitos, buscando contradicciones con Bonomi, quien no desmintió al Presidente sino que confirmó -y los hechos lo comprueban- que está trabajando desde el primer día para honrar esa palabra empeñada de bajar hurtos y rapiñas en un 30%, en el quinquenio.

A pesar de periodistas de mal agüero que dudan de los datos del Observatorio del Ministerio del Interior, el trabajo duro y persistente de la nueva Policía Nacional, va dando resultados. Los cinco años de la primera administración de Bonomi, no pasaron en vano. Fueron la razón principal de una cosecha que empezará a dejarse ver en el corto y mediano plazo.

Nos dijeron que era imposible transformar el sistema penitenciario y sin embargo hoy es otro totalmente diferente, donde el eje es la rehabilitación y el tratamiento. Donde se puso fin al hacinamiento crítico, donde se construyen rutas de salida e inclusión. Si algo tan duro y difícil de cambiar se logró, ¿por qué no pensar que se podránbajar los delitos?

Nos dijeron que era imposible ejecutar el 100% del presupuesto de la cartera, y menos con el aumento de asignación presupuestal con que se le dotó en la administración de Mujica. Sin embargo se ejecutó entre el 96 y el 98% cada año de la pasada gestión.

Y fue precisamente esa extraordinaria ejecución presupuestal la que permitió nuevas herramientas para capacitar y dotar mejor a la fuerza policial. Mejores salarios, mejores vehículos, laboratorios científicos policiales, cámaras de video vigilancia, armamento, municiones, chalecos antibalas, modernos instrumentos de comunicación, un software moderno para atender la emergencia policial (9-1-1), son solo algunos de los ingredientes que harán posible cumplir esa promesa de campaña.

Hay instrumentos, hay gente más capacitada y mejor pertrechada que antes.

El cambio será una consecuencia, no una casualidad.


al hombre lo bajaron de la moto:
el perro tapaba la matrícula con la cola...

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