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lunes, 13 de mayo de 2013

Sin atajos…

Fuente imagen: eoi.es 

El tortuoso camino de la reestructura policial
 
Cual si fuera una partida de ajedrez, las piezas se fueron moviendo al impulso de una jugada que solo estaba en la mente de quien la ejecutaba. Sin adelantar demasiado los movimientos – lo que hubiera impedido la ejecución final de la misma- el estratega fue aplicando su planificada movida al ritmo de los acontecimientos. Sin prisas pero sin pausas...


Los escollos eran muchos, eran demasiados. Acumulados tras décadas de abandono y “barridas debajo de la alfombra”, había que empezar a refundar un instituto llamado a otros destinos y –fundamentalmente- a brindar garantías de seguridad a una sociedad que empezó a encontrar soluciones a algunos problemas pero que debía enfrentar otros nuevos.

Así fue que tras décadas de apretar el cinturón, la economía empezó a dar respiro y el trabajo dejó de ser la mayor preocupación uruguaya. Otros males comenzaron a atormentarnos y la (in) seguridad llenó los noticieros y nuestra lista de prioridades cambió sustancialmente.

Con una alta concentración de los delitos en la zona metropolitana (Montevideo y Canelones representan el 96%), la tarea principal era revertir esos guarismos. Al mismo tiempo, bajar la reincidencia de una población carcelaria que también registraba altos índices, pintaban con el peor color el panorama para un equipo que se puso la gestión como norte y empezó a trazar su mapa operativo.

Ejecución histórica

Primero, una compleja tarea de ingeniería fue la confección del presupuesto. La concreción del mismo, con el mayor aporte que registra la historia de la cartera, permitió contar con los medios necesarios con los cuales hacer frente a una realidad que nos golpeaba fuertemente. El primer año transcurrió en medio de los avatares propios de un panorama que había que enfrentar con el presupuesto del anterior gobierno y las arremetidas de una oposición que, sabiéndolo, pedía resultados inmediatos a un equipo sin recursos contantes ni sonantes.

El 2011 fue el año de las concreciones, donde el histórico presupuesto otorgado se gastó casi en su totalidad con un 97% de ejecución, también histórica. El dinero que los uruguayos habían confiado a mejorar su seguridad pública, se destinó a ello con responsabilidad. La Policía mejoró sus salarios, adquirió tecnología de punta (comunicaciones TETRA, nuevo software para el 911, armamento de última generación, nuevos vehículos, laboratorios de ADN, video vigilancia, CCU, son algunos ítems de esa ejecución presupuestal).

Armando el puzzle

Durante el año 2012, se potenció el cambio estructural, ese que haría de una institución pensada para el siglo pasado, evolucionar convenientemente para hacer frente a los nuevos desafíos. La centralización operativa, obsoleta y diseñada para otra sociedad y otra realidad, debía dar paso a una nueva forma de organización donde la descentralización sería pieza principal del andamiaje. Los servicios policiales deben atender las necesidades de la población en el territorio mismo donde estas se reclaman. Así se dividió a la capital en 4 zonas plenamente operativas y las unidades de investigación, concentradas en la sede de la Jefatura de Montevideo, pasaron a residir en el territorio correspondiente a su jurisdicción. 

Las Comisarías pasaron a ser un centro de atención ciudadano donde recabar la información de urgencia o dar la primera respuesta ante el delito flagrante y derivar de inmediato a la zona para su investigación. También pasaron a ser asiento de la Policía Comunitaria, esa policía de proximidad que convive con los vecinos, comparte sus realidades y aplica la prevención como regla.

Llevar adelante estos cambios requirió de hombres que los impulsaran. A un año de gestión, el Jefe de Policía de Montevideo – Walder Ferreira- dio un paso al costado para dejar lugar a quien daría el puntapié inicial de la reestructura diseñada por Bonomi y su equipo. Así llegó a ser Jefe de Montevideo el Insp. Mayor (R) Diego Fernández, quien tuvo a su cargo la primera etapa de una reorganización territorial que abandonaba más de 40 años de anquilosada estructura.

Los pasos dados fueron firmes y necesarios, no sin resistencias, porque las estructuras cuando se vuelven añosas pierden flexibilidad y se nota. Los hombres también caen en tentaciones y los excesos se vuelven rutina al punto de pretender una seudo legitimidad que nunca adquirieron. Los intereses que se afectaron con los cambios también jugaron su parte.

La eliminación paulatina del servicio 222 permitió, no solo transparentar una cifra negra que evadía aportes, sino que también afectaba al servicio ordinario de la fuerza policial. El control de los horarios de servicio, algo tan elemental en cualquier trabajo, no lo era en esta institución y así llegaron un día los relojes biométricos. Algunas roturas dieron muestra de esa resistencia pero los relojes se impusieron y hoy son una realidad sin marcha atrás.

Los vales de nafta eran moneda de cambio en la institución y servían para casi todo, también para surtir de combustible a los vehículos… Con el SISCONVE no solo se reguló ese descontrol financiero, sino que también se logró el control geo-referencial de las unidades, dotando al instrumento de un plus adicional invalorable para la administración. Junto al sistema TETRA de comunicación, también geo-referencial, el cruce de datos hace a la mejor gestión de los recursos públicos en la fuerza.

La Secretaría lideró el cambio administrativo, plasmarlo en una mejora de la eficiencia policial era el desafío. Allí el mérito está en la elección de los hombres que liderarían los cambios en la propia fuerza. Las piezas de ese ajedrez, en cuya partida está en juego la seguridad de los uruguayos, debían moverse con prudencia, cautela y mucha responsabilidad. Había que encontrar los hombres adecuados que llevaran adelante esos cambios y que tuvieran el alto compromiso de hacerlo y plasmarlo en la realidad cotidiana.

A la reestructura departamental le siguieron los cambios en la Policía Caminera, primero y en poco tiempo después, en la Guardia Republicana, donde el nombre del Insp.  Mayor Rovert Yroa fue clave en ambas unidades. Hoy es tiempo de otra  importante movida con la llegada de Mario Layera a la Jefatura de Montevideo.  Todas esas piezas se movieron lenta, pero inexorables en procura del jaque mate a una delincuencia que no repara en daños pero a la que se está dispuesto a combatir para ganar la partida.

Los hombres pasan...

Las instituciones quedan, pero qué sería de éstas sin hombres dispuestos a dejar su mejor esfuerzo para beneficio de todos.  Montevideo  tuvo -a su tiempo- al mejor titular, siempre. Cada uno hizo su aporte y dejó abonado el terreno para el sustituto. Hoy llega un hombre de equipo, líder indiscutido que registra múltiples operaciones exitosas en el combate al crimen organizado. Junto al Director de la Policía Nacional rediseñaron el grupo que comandaría la nueva Jefatura capitalina. Piezas claves que también se mueven para blindar la jugada maestra que confirme en hechos todo lo planificado.

La seguridad no es un juego, pero bien valía la imagen de una partida de ajedrez para intentar comprender la importancia que hay detrás de cada movimiento dado. No se usaron atajos, se decidió por el camino largo. Ese que daría tiempo al ensamble del mejor equipo.

El Ministro y su gabinete tienen claro que no son reyes, pero están dispuestos a defender a su "reina" -la seguridad- con todas las piezas disponibles… 


el hombre movió el caballo,
el perro posó sus patas en medio del tablero…

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