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sábado, 5 de mayo de 2012

El que rompe paga

Colmada la paciencia pública de asistir sin contrapartidas, las autoridades del Ministerio del Interior anunciaron que ya no se repondrían los insumos que fueran rotos deliberadamente por las personas privadas de libertad como ocurrió en ocasión del motín en los módulos 4 y 5 del Centro de Rehabilitación Santiago Vázquez (ex COMCAR). "Si rompe, paga... después no llore" decía un cartel escrito en un comercio del Barrio Japonés de Buenos Aires. Y parece ser que el método también vale para nuestro país, aunque en este caso serán los familiares quienes deban reponer lo que rompan sus parientes intra muros de un establecimiento de reclusión uruguayo. 

La conferencia de prensa comenzó con cierto retraso. A último momento el celular del Ministro sonaba insistentemente y ello retrasaría los anuncios que se habían prometido tras los sucesos ocurridos en dos centros de reclusión en el lapso de una semana.

Tras una breve reseña cronológica de los acontecimientos que derivaron en esta escalada violenta de un sistema que se está reestructurando tras décadas de abandono y estancamiento, las medidas no se hicieron esperar. Entre las más comentadas una tuvo una rápida acogida popular en los diferentes foros virtuales. El Estado no estaba dispuesto a seguir reponiendo insumos que los privados de libertad destruyen como ingrata respuesta al esfuerzo de toda la sociedad por su recuperación.

Parece un contrasentido que no logren comprender el valor de los objetos que les son entregados a pesar de ser los responsables inmediatos de la situación por la que atraviesan. No corre el "pobrecitos los presos" cuando lejos de colaborar la emprenden destruyendo lo que se les brinda para paliar una situación que ellos contribuyeron a agravar. Frazadas y lonas, platos y cucharas, fueron literalmente destruidos por quienes responden a la generosidad pública con desagradecimiento crónico.

El COMCAR es donde existe un nivel de hacinamiento crítico pero también es un lugar donde se han hecho esfuerzos por cambiar la situación (módulos 8 y 9, por citar algunos).

Lamentablemente el ritmo de ingresos es abrumador y ello obliga a que se deban seguir construyendo espacios para albergar reclusos. Pero ese ritmo, aún cuando se trabaje sin tregua, es exiguo si ocurren incidentes como estos que alteran los ritmos de trabajo y adelantan pasos que -con otros tiempos- asegurarían otros resultados.

Sin embargo y aún con las dificultades experimentadas por estos días, es posible confiar en un sistema que no reniega de sus objetivos a pesar de tantas piedras en el camino. Los cambios se resisten pero siguen su curso y con las nuevas autoridades se conforma un tandem que promete dejar todo en el terreno para cambiar una situación de crisis.

Por estos días nos ha tocado ver realidades que muchos preferirían ocultar, sin embargo nos esforzamos en conocerlas para poder cambiarlas. Es muy triste visitar establecimientos donde el promedio de edad de los reclusos es de 20 y pocos años. Jovencitos que tienen la mirada perdida pero que no están perdidos. Hay un proyecto y una presencia que los puede rescatar. Visten de celeste y a pesar que los pretenden ridiculizar llamándoles "Pitufos", son la columna vertebral de un sistema que les debe aún el lugar de privilegio que merecen. Son los Operadores Penitenciarios, auxiliares indispensables de un modelo que tiene a la rehabilitación de las personas privadas de libertad como objetivo.

Son civiles que tienen sobre sí la responsabilidad de la tarea y que ya empieza a dar sus frutos en los establecimientos donde actúan (Punta de Rieles, El Molino, Módulo 9 de Sgo. Vazquez). Solo ellos pueden garantizar el resultado pues ellos son el puente entre la sociedad y el estado de reclusión. Ellos son los encargados de prepararlos para la vida social cuando hayan pagado su pena y vuelvan al ruedo de una sociedad que no puede darse más el lujo de su aislamiento.

Volviendo a los destrozos pos motín, la solución pareció sensata y así lo entendió una opinión pública que se expresó conforme con la decisión tomada. El Estado no puede desangrarse impunemente al arbitrio de gente que no repara en el esfuerzo colectivo puesto en su rehabilitación. A pesar incluso de informes como el de SERPAJ que lo justifican todo, hasta los excesos.

Volviendo a aquel cartel del Barrio Chino, esta vez el que rompe paga.

Se podrá ser perro pero gil no tanto...

el hombre apoyaba la medida,
el perro tampoco era tan gil...

1 comentario:

  1. espero siempre sigas escribiendo asi, es una vía de escape a todo.

    adios lindo

    yo

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