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sábado, 11 de junio de 2011

Noche de furia y molotov

 Publicado en La ONDA digital

Martes 31 de mayo, sobre las siete y pico de la tarde llega la manifestación convocada por varios colectivos sociales en contra de los operativos policiales de saturación que se empeñan en denunciar como razzias. Entre ellos -además de Plenaria Memoria y Justicia- se sumaron integrantes del sindicato del taxi (SUATT).

Particularmente estos últimos convocantes desconciertan ya que son algunos (si no los primeros), que dejan de entrar en los lugares donde la Policía ha realizado acciones en procura de devolver la tranquilidad y seguridad dejada en manos de los delincuentes. Esa actitud desafiante y contraria a este tipo de acciones que por un lado se reclaman y por el otro se rechazan, deja espacio al desconcierto e incertidumbre acerca de la razón de los reclamos.

Cada vez que un trabajador del taxi es víctima de acciones violentas (algunas con resultados trágicos), se recurre al reclamo y la protesta en procura de acciones policiales. Sin embargo, cuando ocurren estas acciones -buscando recuperar el orden y la tranquilidad perdida- se vuelcan al rechazo y la protesta, desconociendo toda explicación y sumando su voz al reclamo fácil y destemplado de quienes no quieren que cambie nada: la propia delincuencia.

Hasta el cansancio se ha explicado y argumentado sobre los operativos policiales, que se han ido perfeccionando con criterio selectivo y amigable, ya que el objetivo principal es facilitar el ingreso y permanencia del Estado en los lugares que habían sido apropiados por los delincuentes. Hablar de razzias y con ello incitar al desconocimiento de la autoridad, es un paso temerario que se agrava con los hechos de violencia ocurridos recientemente.

En un Estado de Derecho, todo ciudadano tiene derecho a manifestarse libremente siempre y cuando con ello no vulnere la libertad de otros o afecte la seguridad pública. Algo tan elemental que no merecería siquiera referirse en tiempos de consolidación democrática con alternancia de los tres partidos políticos mayoritarios en el poder. No obstante lo cual, quien se manifiesta con el rostro oculto y porta elementos combustibles para alterar el orden y provocar daños, demuestra una actitud contraria a los valores democráticos que son base de nuestro sistema.
Con las acciones de protesta violenta deslegitimaron sus reclamos, con el agravante de configurar una conducta delictiva que puso en riesgo la seguridad pública hasta de los propios concurrentes a la convocatoria.

Por otra parte si algo no puede decirse de esta administración es que haya pecado de soberbia, sino todo lo contrario. Se ha recibido a cuanto colectivo o individuo solicitó entrevista para hacer conocer sus reclamos. Por el despacho del propio Ministro Bonomi y/o de sus asesores han desfilado sindicatos, familiares de víctimas del delito, dirigentes deportivos, referentes de hinchadas, por citar algunos. Buscar un cambio de rumbo mediante amenazas o reclamos violentos no son de recibo ni necesarios, salvo para quienes no buscan soluciones sino protagonismo a través de los mismos.

El motivo de la marcha eran los operativos policiales de saturación o “mega operativos” como los bautizó la prensa. Todavía es demasiado pronto para medir una tendencia, pero los datos recogidos y monitoreados día a día nos indican una disminución, (tímida pero sostenida), de los índices delictivos a partir de estas operaciones. En tiempos en que el país registra índices económicos históricos, no hay excusas para la exclusión social.

En cuanto al objeto del reclamo de esta manifestación, no hay retorno posible. Los procesos incipientes denunciados deben ser sofocados ahora que es viable hacerlo sin mayores traumas. Pero ello no será al margen de la ley, sino con total apego a las garantías constitucionales que protegen los derechos de todos los ciudadanos y que se aplican en estas acciones. Si algún exceso ocurre, están los mecanismos legales para proteger los derechos violentados y no tengan dudas que no habrá omisiones al momento de investigarlos. Sobradas pruebas da y seguirá dando este Ministerio acerca de controlarse a sí mismo (Asuntos Internos es quien inicia y deriva a la Justicia, la mayoría de las denuncias sobre irregularidades en las que participa un funcionario policial).

Hoy es la incoherencia la que nutre a estos colectivos. Al no obtener las respuestas que esperaban (en todo momento hubo una postura pasiva de la policía), tomaron la iniciativa con actitudes violentas. Primero derribaron un vallado, preventivamente puesto para evitar lo que acertadamente había previsto la autoridad política; luego las piedras y los cócteles incendiarios que dejaron estelas encendidas en plena calle Mercedes. Si hubieran llegado hasta la puerta misma del Ministerio del Interior, el resultado hubiera sido nefasto para la imagen institucional. Con los hechos ocurridos demostraron su objetivo. También es justo decir que seguramente muchos de quienes asistieron y presenciaron esa actitud no los acompañen más. Sabemos que hubo gente convocada para una manifestación y no para lanzar molotov o piedras.

Una noche de furia incomprensible. La actitud disuasiva de la Policía fue la razón de no lamentar mayores daños. Contrariamente a lo que informó alguna prensa (dos medios escritos particularmente), la Policía no utilizó gases lacrimógenos, sin embargo la tristeza de los actos pudo hacer llorar a algún despistado y ello motivó las alusiones. El único gas que se vio fue el de un extintor que utilizó el bombero que apagó los derrames incendiados de dos molotov que estallaron por la calle Mercedes.

La calma volvió en escasos minutos, tan escasos como el tiempo que duró la llama encendida de las irracionales incendiarias que estallaron ese día.


el hombre no se subió al taxi,
el perro sabía que aquello era su forma de protesta


*Comunicador uruguayo
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