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lunes, 30 de mayo de 2011

Razzias eran las de antes...

Publicado en LA ONDA® DIGITAL


Todavía persiste algún sector de la prensa, (cada vez más reducido y en retirada), en querer calificar a los operativos de saturación policiales como razzias. Seguramente intentan con ello desprestigiar una gestión que pretende -con su trabajo- devolver lo que los uruguayos hemos perdido por décadas de abandono y que hoy ocupa el primer lugar entre las prioridades de cada ciudadano: la seguridad.

Una reciente reseña latinoamericana (Activa Research), nos ubica en el primer lugar del concierto latinoamericano en lo que a sensación de inseguridad refiere. Un dato que hay que saber interpretar pues difiere con la realidad objetiva, por cuanto muchos de los que dicen sentirse inseguros no han padecido eventos, (y quizás nunca los padezcan), pero se suman al sentimiento colectivo. Una especie de contagio que se nutre de imágenes y realidades de otros, la mayoría de las veces.

No obstante ello no negamos que los uruguayos estamos viviendo un deterioro social que tiene su veta violenta que apreciamos en la crónica roja de los noticieros. Un deterioro que no está por generación espontánea ni mucho menos. Sin embargo, tras padecer los desastres de administraciones que nos sumieron en crisis tras crisis y de las que siempre se emparejó para abajo, (sufriendo también las políticas sociales que, o dejaron de aplicarse o recortaron sus recursos en función de la mentada crisis de otrora), fue el gobierno de izquierda el que comenzó el largo camino de regreso a lo que alguna vez fuimos. Las políticas sociales tuvieron en el primer gobierno un empuje sustancial que en este segundo se continúan y profundizan, a sabiendas que los años perdidos no se recuperan de un día para otro ni de un gobierno para otro. Décadas de deterioro social llevarán años para revertirlas, pero el camino se hace andando y en eso estamos hace seis años.

También es cierto que para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas distintas, haciendo lo mismo de siempre no se consiguen otros resultados. Entonces, ¿por qué la crítica a lo que ha comenzado a aplicar el Ministerio del Interior con estos operativos? ¿Es tan difícil advertir que el objetivo es erradicar la delincuencia y no vulnerar derechos civiles de nadie y mucho menos de las clases menos privilegiadas?

Se ha explicado hasta el hartazgo que los operativos policiales se basan en las órdenes de allanamiento que expide el Poder Judicial y es en base a esas acciones coordinadas con el Poder Judicial (del que la Policía es su auxiliar), que se desarrollan los mismos. Claro que no será nunca igual un operativo que otro (aunque parezcan similares), y ello por varias razones. La primera (que seguramente irá menguando con el tiempo), es que los lugares más problemáticos reciben a la Policía con agresividad lo cual obliga a un despliegue masivo de fuerzas que le dan la espectacularidad que critican quienes rechazan las medidas. Aquellos lugares en que no hay resistencia a la acción policial no requieren de la masiva presencia de efectivos. Esa es la principal razón del número y del despliegue que a algunos molesta.

Por otra parte, también es cierto que a medida que se suman estas acciones, la Policía adquiere mayor experiencia y corrige los errores que puede cometer en los despliegues y gana efectividad con cada acción. La población -cada vez en mayor número- aprueba este accionar y reconoce los efectos mediatos e inmediatos del accionar policial que se condice con una desaceleración en la producción de eventos delictivos que comienza a apreciarse en los datos estadísticos.

Se criticó también que solo se realizaban en los barrios más humildes, lo cual se demostró equivocado cuando se hicieron operaciones en Pocitos, La Unión y Punta Carretas, que no serán los únicos que demostrarán que no hay fronteras para combatir el delito en todo el territorio nacional. La diferencia está en que según el lugar, se instrumenta la operativa.

A tal punto se va evolucionando en los operativos que incluso se ha contado con la presencia de magistrados que han presenciado el desarrollo de las acciones como ocurrió en Las Piedras, recientemente. Asimismo la tecnología -que con la ejecución del presupuesto se adquirió y comienza a aplicarse- acompaña las acciones mejorando los niveles de actuación (detectores de metales, sistemas de reconocimiento dactilar).

También se cuida mucho desde la Secretaría de Estado que estas acciones no se hagan a espaldas de la opinión pública. Por ello, y salvando la más elemental reserva que proteja la efectividad operativa de una acción judicial en proceso, una vez asegurada la zona y preservada esa instancia, se comunica a los medios de prensa con una doble intención: la primera, que sean testigos de la acción policial y al mismo tiempo, garantes de los derechos de los ciudadanos que son circunstanciales protagonistas; y la segunda, de carácter interno, generando la sensación de compartir la operativa bajo un estricto control que se documenta en imágenes (lo cual también oficia de garantía para quien aplica correctamente los procedimientos establecidos).

Así y todo se las califica de razzias y con lo que hemos expuesto difiere notoriamente con aquella práctica de salir a realizar redadas indiscriminadamente para cumplir la cuota establecida, sin dar explicación alguna de las detenciones. Bastaba con estar en el lugar por donde pasaba el ómnibus o la “chanchita”, para ser uno más para la cuenta de ese día.

Como nos pasó aquel día en que al Gordo Guillermo no se lo pudieron llevar...

El Gordo había salido con nosotros esa noche de invierno a caminar por 8 de Octubre. En las maquinitas se daba la movida nocturna por entonces y nos encontró enfrascados en la lucha por derrotar naves espaciales enemigas cuando escuchamos una frenada y, todos contra la pared. Una camioneta paró frente al salón; alguno que se quiso escapar terminó de una en el interior del vehículo sin pedirle siquiera los documentos. La camioneta se fue llenando con los que aquella noche estábamos allí y el Gordo Guillermo quedó para el final. Cuando le tocó el turno, el que estaba al frente del operativo intentó subirlo pero la capacidad colmada de la camioneta hacía imposible hacerlo. El Gordo ponía empeño y esfuerzo por entrar pero, ni ahí. El encargado empujaba sin éxito, el Gordo excedía toda posibilidad de embarque. Finalmente, lo dejaron ir, no sin antes escuchar al Gordo decir: “pero si hacen un lugarcito entro”... con lo cual todos nos miramos y no entendíamos como el Gordo no se iba y quería acompañar a la barra aún a riesgo de pasar la noche en una comisaría.

Está dicho, razzias eran las de antes...

el hombre brindó por el Gordo Guillermo,
el perro, porque ya no anda la perrera...

*Columnista uruguayo