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lunes, 18 de abril de 2011

La idiotez tiene cara de hincha


Publicado en La ONDA digital

Esperamos mucho tiempo para poder disfrutar del fútbol uruguayo como lo estamos haciendo ahora. Personalmente recuerdo la desilusión que viví aquel mundial de 1974 cuando ya sufríamos la eliminación y Ricardo Pavoni marcó el gol que nos permitió estirar las esperanzas hasta el próximo partido en que definitivamente fuimos eliminados.

Después vinieron las desastrosas campañas de 1978 y 1982 en que padecimos la humillante eliminación que nos alejó de los mundiales. Y así pasamos nuestra infancia y adolescencia, sin ver a la otrora gloriosa casaca color cielo, compartir la mayor fiesta del fútbol mundial. Luego, ya crecidos, pudimos estar en México 1986, Italia 1990 hasta pasar nuevamente por la denigrante eliminación de los mundiales de USA 1994 y Francia 1998, para estar nuevamente en Seúl y Korea 2002. Pero nuevamente somos eliminados para Alemania 2006 hasta que llega el glorioso 2010, justo cuando uno ya está doblando el codo de la vida. Aún así, lo vivimos como si tuviéramos 12 años...

Vaya esta introducción mundialista para argumentar que la pasión de sentirse hincha no tiene edad y si bien es cierto que nos volvemos un poco idiotas en la circunstancia, es lindo hacerlo con el sentido de disfrutar la simpatía por un equipo en particular (en mi caso el equipo de todos está por encima siempre).

En momentos de escribir esta columna, se suceden hechos inexplicables. Una mega bandera es promocionada por el Club Atlético Peñarol para batir un Récord Guiness. Justo en el Uruguay de los récords, (tuvimos el asado más grande del mundo, la torta frita más grande del mundo, el programa de deportes más antiguo con Estadio Uno y Julio Sánchez Padilla a la cabeza, entre otros), se impone otro récord que es bienvenido por la mitad del país (no entro en eso de mitades más uno ni menos uno). Bienvenida sea la idea que focaliza esfuerzo de gente a la que muchas veces criticamos por violentos y desencajados, pero que ahora se entregan por una tarea mancomunada que los distingue. No debería importarnos –a los uruguayos- que sea tal o cual equipo, basta con que sea un equipo uruguayo, por lo menos en mi caso me alcanza.

Surgen entonces inexplicables reacciones al hecho y acusaciones cruzadas en forma virtual (y no tanto, pues aparecieron pintadas en el Estadio Centenario y en el Parque Central), que nada bueno presagia, sino que saca fuera lo que nadie -bien intencionado- quiere que ocurra.

Sepamos disfrutar de los éxitos deportivos de los rivales tanto como de los nuestros, tengamos la lucidez necesaria para saber que el crecimiento de uno lleva –inexorablemente- a que el otro se esfuerce por hacer algo mejor y en ese esfuerzo se potencia y crece también. En definitiva, que si a Peñarol se le ocurrió hacer la bandera más grande, felicitemos la iniciativa, apoyemos el esfuerzo colectivo en algo que nos debe enorgullecer a todos en tanto uruguayos. No abonemos sentimientos de envidia que solo contaminan y empequeñecen lo mucho que se puede hacer para seguir creciendo como colectivo social.

El fútbol es una expresión de la sociedad y últimamente se han incrementado ciertos aspectos negativos que queremos erradicar definitivamente. No dejemos lugar alguno a ese tipo de actitudes y aplaudamos un récord uruguayo más. La idiotez tiene cara de hincha pero en puridad es una máscara que usan los mediocres que no saben apreciar en los desafíos, a las posibilidades de crecimiento.

Felicitaciones a todos los hinchas aurinegros* por su bandera, con sincero respeto tricolor.

el hombre se perdió bajo la bandera,
el perro emitió un tricolor ladrido ...

*Al día siguiente de la espectacular presentación, tengo que hacer una reflexión negativa a quienes siendo parte de la fiesta, la empañaron al emprenderla a pedradas contra la hinchada visitante (un hurto de una bandera de Peñarol dicen que fue el detonante; finalmente fue devuelta y se recobró la calma). Por si eso fuera poco, al replegarse la mega bandera, afloraron banderas de Nacional y una de Gremio en medio de la Amsterdan, que fueron introducidas, (se supone), dentro de la súper bandera, vulnerando la buena fe de las autoridades que permitieron el ingreso de semejante elemento que era un imposible inspeccionar en su totalidad.  Son esos gestos los que hay que desterrar, esos “trofeos de guerra” (¿?) que solo abonan a distanciar de la peor manera a quienes debieran diferenciarse solamente en el aliento deportivo de su equipo sin pretender protagonismos negativos como el que referimos. Ese es el punto que debemos trabajar y mucho, justo cuando parecía que empezábamos a avanzar nos damos cuenta que retrocedimos varios casilleros.
Por suerte la celeste sigue uniendo que si no...