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viernes, 14 de enero de 2011

Justicia por mano (im)propia


Asistimos por estos primeros días del 2011 a una inusitada escalada de actos violentos con resultados luctuosos. El azar –y solo el azar- es responsable esta vez de que los muertos fueran los delincuentes. Mientras un alto porcentaje de la ciudadanía siente alivio, (aunque cueste reconocerlo públicamente), ante esa consecuencia de los hechos, otros mantienen indiferencia en medio de las vacaciones.

La Justicia –hasta ahora- se ha expedido a favor del clamor popular que reclama libertad para los ciudadanos que, repeliendo un ataque injusto, apelan a un acto violento con resultado muerte para el agresor. En otro estado de situación quizás fuera otro el resultado, ya que nadie puede –ni debe- sustituirse a la Justicia para castigar una conducta delictiva cometiendo, para hacerlo, una infracción punible por la ley (salvo que actúen en legítima defensa, claro está).

Los últimos casos producidos han instalado –a veces hasta por fórceps- al instituto de la legítima defensa, dando una respuesta favorable a quienes cometen un delito que por su aplicación resulta, al final, excusable de sanción por parte de la Justicia. Se instaló entonces la “justicia por mano propia”, aunque por imperio del instituto de referencia, (causa de justificación, no es pasible de sanción). Claro está que se podrá decir que no se defiende la comisión de un delito sino que se obra en aplicación de una causa de justificación que exime de culpabilidad como es la legítima defensa, por lo que en esencia no correspondería hablar de justicia por mano propia. Sin embargo el común de la sociedad lee y aprueba dichos actos como una respuesta justa, al accionar de un delincuente.

El tema, mientras tanto, no parece tener una solución a corto plazo, ya que ese tipo de cambios requieren tiempo y la combinación de múltiples factores que –si bien se están trabajando seriamente- no son ejecutables ni aplicables en el corto plazo, o por lo menos en lo inmediato.

Mientras la política carcelaria no se consolide y permita la verdadera rehabilitación de los privados de libertad, los índices de reincidencia no bajarán y de ese modo seguirá alimentándose el círculo vicioso que hoy padecemos los uruguayos. Hasta tanto el INAU no de absoluta contención a los menores infractores y con ello un período de rehabilitación que por esa circunstancia –las fugas- nunca se concreta, tampoco se logrará devolver la tranquilidad a los uruguayos en el tema de la seguridad.

Del mismo modo hay que torcer el rumbo en lo que a educación se refiere, ya que las generaciones venideras se instruyen en una pérdida constante de valores que –sin ser causadas directamente por el sistema educativo- no reciben el correctivo necesario para impulsar ese retorno indispensable al cauce perdido de los valores de convivencia ciudadana que añoramos.

A todo esto, la violencia instalada en el entorno y a la que se apela para combatirla, solo genera más violencia. Con la triste consecuencia que será la suerte y solo ella, la que proteja a quien apele a contestar una agresión ilegítima con una conducta similar a la que se pretende repeler. Y ello por la sencilla razón que este comportamiento conlleva la trágica consecuencia de exponer a quien se defiende a no poder siquiera intentarlo, pues la delincuencia irá decidida a todo a sabiendas de que la gente ya no es indiferente a sus conductas. En suma, este tipo de situaciones pueden derivar en una escalada de violencia sin retorno del cual –seguramente- la sociedad tendrá la peor parte.

A partir de un resultado de muerte, quedan heridas (que no cicatrizan fácilmente), en quienes en un segundo ven alterada su normal existencia y pasan –por la acción de un delincuente- a ser responsable de quitar la vida a una persona. Aún cuando esa persona atentó contra su integridad o la de su familia, su vida ya no será la misma nunca más, pasando a ser también una víctima a la cual la sociedad deberá atender si pretende sanar y curarse en salud en este tema.

Los medios, en plena explosión de temporada con poco o nada que informar, hacen su agosto y difunden los hechos hasta con exageración de la noticia, inconscientes que al hacerlo, están abonando un campo minado que puede generar una reacción como la descrita en párrafos anteriores: que la delincuencia salga a matar o morir.

La seguridad es una cuestión que nos comprende a todos y entre todos podremos recuperarla. No hay soluciones mágicas ni inmediatas pero no será una cuestión de suerte sino de trabajo y esfuerzo. Y mucha responsabilidad al momento de tomar decisiones de las cuales no tendremos tiempo –quizás- de arrepentirnos.

La justicia por mano propia no es la solución, es solo un grito desesperado que debemos escuchar y al que debemos dar como respuesta un llamado de atención, desestimulando su producción. No podemos librar a una cuestión de puro azar algo tan valioso como la vida.

Al fin de cuentas, lo material es pasajero, nuestra vida en cambio no tiene repuesto...


el hombre pensó en armarse,
pero el perro le lanzó un gruñido...